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48 SEMINARIOS DE MISIONEROS ro, pero no es aventurado pensar que favorecía sus intentos por afinidades de espíritu, y que intervendría positivamente en la decisión que luego tomó el rey, poniendo los Seminarios bajo su Real patronato 11 º. A esta decisión final llegó el P. Zamora con su tercera in– tervención en la corte de Madrid. Él mismo nos dice que presentó recurso al ex-agente de preces en Roma y actual ministro de Gracia y Justicia, don Manuel de Roda; desde este momento podía cantar victoria, pero lanzaba el porvenir del Seminario por cauces muy peligrosos. Los regalistas aprovecharon la ocasión y entraron, como coeficiente determinante y vinculante, en el futuro desarrollo de las negociaciones. El conde de Aranda aco– gió con benevolencia e incluso con entusiasmo el recurso entablado ante el monarca. El 10 de noviembre de 1766 dirigía al provin– cial de Castilla la siguiente carta m : R. P. Fr. Fidel de los Arcos, Teniendo noticia el Rey que por el P. General Fr. Pablo de Colindres, ya difunto, movido [por] aquel gran zelo y ardiente espi– ritu que le inspiraba a la mayor perfeccim:::, se dispuso que en el convento de Capuchinos de la ciudad de Toro residiesen de familia voluntariamente los Religiosos que de la Provincia de Castilla le eligiesen, para que en él se guardase la más pura observancia de la Regla, Constituciones y Ordenaciones generales; produciendo a este fin otras peculiares y pribatibas al definido convento, previ– niendo por la 17 y 18 que si alguno de los Religiosos asignados a él, y los que en lo sucesivo lo fuesen, no se halla gustoso o por falta de salud o por qualquiera otro motivo, lo avisase al Guardián, y sus subcesores al P. Provincial, para que lo mude a otro. Asimismo que ninguno de los asignados a esta familia pueda ser mudado, si él no lo pidiese por escrito, ni pueda imbiarse a dicho convento a alguno que no lo pida, teniendo primero el consentimiento de el Guardián, y que éste no le dé sin el parecer y voto de la maior parte de los Consiliarios para la más pura observancia y religiosidad. Y PELAY0, Historia de los heterodoxos VI, Madrid 1930, 160); para otros « el fraile vulgar, de obtuso espíritu, testarudo e iracundo» (cf. F. RoussEAU, Regne de Charles III d'Espagne I, París 1907, 20). Pero es innegable que fue tenaz y constante en sus empresas y nunca temió enfrentarse con los más poderosos y descreidos mi– nistros, que, si no le amaban, lo temían y respetaban. 110 Años más tarde el P. Eleta, ya nombrado arzobispo de Tebas, ofreció su apoyo al P. Zamora, cuanto estableció en el convento de El Pardo el régimen de la perfacta vida común: « En la comunidad del Pardo este Guardián actual [P. Juan de Zamora] con licencia del Definitorio, acuerdo del Rey y dictamen del Arzobispo confesor ha establecido la perfecta vida común». Manuel de Roda a José Moñino, 15 agosto 1775: Arch.Emb., leg. 440. 1 11 APCC, Manifiesto historial, f.59v-60.

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