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46 SEMINARIOS DE MISIONEROS víctima de sus ideas absolutistas y regalistas. En 1763 sucedía, a Wall como ministro de Estado el marqués Jerónimo Grimaldi,. que no le iba a la zaga en sus afanes y desahogos antieclesiásticos. Presidente del Consejo de Castilla era desde 1765 el conde de Aranda, don Pedro Pablo Albarca de Bolea, paladín del enciclo– pedismo, pariente espiritual e intelectual de Voltaire y D'Alembert y más tarde gran maestre de la masonería española. Completa el cuadro don Manual de Roda y Arrieta, primero agente de preces en Roma y, desde febrero de 1765, ministro de Gracia y Justicia, el cual « sabía muy poco y mal, pero iba derecho a su fin, con serenidad y sin escrúpulos... Llamábanle regalista, y no alardeaba de otra cosa; pero su correspondencia nos le mues– tra a verdadera luz y tal como era: impío y volteriano, grande amigo de Tanucci, de Choiseul y de los enciclopedistas » 10 ª. Acaso por influjo de éste fue designado para la embajada de Roma el mismo año de 1765 don Tomás Azpuru, ar2,,gonés como él, buen jurista y naturalmente no exento de las ideaE entonces imperantes acerca de las relaciones entre la Iglesia y el Estado 1 º 4 • El P. Zamora orientó su actividad en tres direcciones, con– vergentes todas a asegurar la existencia y la vitalidad del Se– minario. Aun antes de que se promulgaran las ordenaciones ge– neralicias, en octubre de 1765 hubo cambio de superiores en Castilla, siendo elegido ministro provincial el P. Fidel de Los Arcos. Aunque ni antes ni después de su Elección manifestó su simpatía por aquel establecimiento, es muy probable que, mientras vivió el P. Colindres, adoptara la política del silencio, aunque no desistiera de crear dificultades a su organización y actividad. 103 M. MENÉNDEZ Y PELAYO. Historia de los hetci-ocloxos espm1o/es V, 160. Téngase presente este autorizado juicio para valorar la intervención de Roda en toda esta cuestión. 104 Azpuru había nacido en Zaragoza el año 1713; cursó los estudios en su ciudad natal y en Madrid; se doctoró en derecho por :a universidad de Orihuela y fue canónigo doctoral de Cartagena (3 marzo 1758). Escribió algunas obras. Para pagarle sus servicios Carlos III lo presentó para el arzobispado de Valencia, siendo consagrado en Roma el 24 de junio de 1770, pero falleció en la Ciudad Eterna el 7 de julio de 1772 « sin haber podido ver a su Iglesia ». Fue enterrado en la iglesia española de S. María de Montserrat, donde todavía se conserva la lauda. Cf. Remigius RITZLER - Pirminus SEFRIN, O.F.M.Conv., Hierarchia Catholica. VI, Patavii 1958, 430 nota 3; Joaquín Lorenzo VrLLANUEVA, V-iage literario a las Iglesias de España I, Madrid 21902, 57; Elías TORMO, Monumentos españoles en Roma I, Roma 1940, 142. Azpuru gozó siempre del aprecio y estima de Carlos III durante su larga y difícil gestión, a pesar de las intrigas del agente de preces don José Nicolás de Azara, que lo combatía de una manera despiadada y desleal. Cf. Carlos E. CORONA BARATECH, José Nicolás de Azara. Un embajador español en Roma, Zara– goza 1948. Del «caballero» Azara nos volveremos a ocupar en la última parte del presente estudio, en la que hablaremos asimismo de otro personaje central, don José Moñino, conde de Floridablancaa.

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