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44 SEMINARIOS DE MISIONEROS no era partidario de la iniciativa, les aseguró su voluntad de conseguir del Papa un breve apostólico que garantizara la exis– tencia de los establecimientos y su fecundidad espiritual y apostó– lica98. Y puesto que estaba íntimamente persuadido de que los Seminarios serían como el fermento renovador de la disciplina regular, cuya decadencia se lamentaba por todas partes, anhelaba que la Santa Sede extendiera a todos los institutos religiosos tan saludable y eficaz institución 99 . Todos estos atrevidos proyectos y optimistas previsiones no lograrían el efecto deseado. Hacía tres años que el P. Colindres recorría a pie descalzo los caminos de Europa 100 • Su salud, nunca robusta y próspera, se fue debilitando de tal manera que, al llegar a Viena a mediados de mayo de 1766, los médicos desesperaron de salvarlo. Y efectivamente el 7 de junio « poco después de medio día en paz y serenidad entregó su espíritu al Criador, dejándonos esperanzas fundadas de que estará gozando el premio de sus muchas virtudes y de haver muerto como buen Pastor; pues el haver violentado tan extraordinariamente su alma o vida por nuestro bien y buen exemplo (con lo que nos satisfacía quando le suplicábamos mitigase en algún modo tanto rigor), espe– cialmente en este invierno, caminando a pie sobre niebes, ielos, caiendo muchas veces por la falta de vista, havrá sido la causa sin duda de la enfermedad, que lo ha sido de su muerte, viéndonos privados de tanto bien. El Señor lo ha dispuesto así, o acaso permi– tido, en castigo de nuestros pecados, es preciso tengamos paciencia y resignemos las nuestras en su voluntad santísima » 101 • Con la prematura desaparición del fundador, la vida de los Seminarios entraba en una fase delicada y no exenta de peligros. Para asegurar su herencia, los colaboradores y continuadores 98 Carta de Manuel de Roda a Tomás Azpuru, El Pardo, 2 febrero 1768: Arch.Emb., leg. 217, n.14. Véase más abajo. 99 Véase el texto transcrito en la nota 96. 1 00 Todos los cronistas consignaron este hecho como algo sorprendente. A su llegada a Madrid el 6 de julio, escribía el analista de Castilla: « Y así concluió este primer acto con tanto gusto de su Rma., que lo templó e hizo olvidar las fatigas de su camino, que por ser tan dilatado y averlo hecho todo a pie en el concurso de una edad de sesenta y ocho años, se deve creer fue muy penoso y por eso más exemplar y edificativo» (APCC, Viridario auténtico, 384). « iQué asombro! Ver un General anciano discurrir a pie descalzo por las dilatadas regiones de Italia, España, Francia y Alemania, caminando siete y ocho leguas al día, a pesar de una complexión delicada y sensible a toda incomodidad. Este rigor, que da un lustro sobresaliente al Instituto Seráfico, arrebataba los ojos y los corazones de todos» (LAMBERTO DE ZARAGOZA, Elogio, 34; CASIMIRO FERNANDO DE SEVILLA, obra citada en la nota 17). 1 0 1 Carta de Fidel de Santurce a Juan de Zamora, Viena 14 junio 1766 :. APCC, sign. 28/153 : Manifiesto historial, f.59.

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