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4 INTRODUCCIÓN y más en consonancia con la ineludible sinceridad y lealtad de la palabra y de la conducta del predicador evangélico. Entrambos objetivos se conjugaban y perfeccionaban en las dos institucio– nes, si bien en su conjunto armónico sobresalieron más en los Seminarios. Nos parece superfluo añadir que una y otra faceta estaba coloreada por el ideal franciscano profesado por los Ca– puchinos e inspirada en las más puras tradiciones de la Orden, que resistía a ser transformada y viciada por las tendencias malsanas de la época que pervertían el sentir cristiano del pueblo y desvir– tuaban la esencia y la actividad del estado religioso. Las fuentes de nuestra investigación son abundantes y casi en su totalidad inéditas. Ante todo, nos hemos servido de los estatutos particulares compuestos por el P. Pablo de Colindres, que reflejan la mente del fundador y de sus colaboradores, y, por lo mismo, constituyen la base indiscutible e insustituíble para comprender la índole y la finalidad de los establecimientos. Estas normas consti– tutivas fueron garantizadas por la Santa Sede, después de haber interpelado a los Superiores generales de la Orden. Hemos tenido a la vista el texto original español y la versión latina publicada en los breves de aprobación promulgados por Clemente XIV el 6 de septiembre de 1770, y por Pío VI el 6 de diciembre de 1785. Además hemos consultado muchos documentos oficiales. Se puede asegurar que hemos examinado todos aquellos, de cuya existencia ha aparecido algún indicio en el curso de nuestra pro– longada búsqueda. Como se verá, son cédulas reales de Carlos III, cartas de sus ministros y despachos de los embajadores de Roma. Esta documentación de origen civil e índole política manifiesta bien a las claras la mentalidad de la corte de Madrid que apoyó y defendió con tesón, a veces impertinente, aquellas instituciones, escudándose tras el pretexto de la conducta irreprochable y del celo religioso del « venerable fundador », que ciertamente estaba fuera de toda duda, tanto dentro como fuera de la Orden. Por último, otra categoría de fuentes está formada por cartas de los Superiores generales y provinciales, decretos definitoriales, memoriales de las comunidades interesadas y de algunos indivi– duos aislados. Entre éstos merece mención aparte el P. Juan de Zamora, autor del Manifiesto historial y apologéticoª. Aunque, 3 Manifiesto historial y apologético de la fundación de el Seminario de Mi– sioneros Apostólicos de la ciudad de Toro y de el Establecimiento de perfecta vida común en el Real convento de El Pardo. El códice autógrafo (Madrid, Arch.Prov. O.F.M.Cap., sign. 28/153) consta de 74 folios. El autor lo dirige a su hermano carnal P. Isidoro de Zamora, como aparece en la carta dedicatoria fechada en El Pardo el 10 de diciembre de 1786. Las últimas noticias cronológicas son del 11 de marzo de 1789, 12 de mayo 1790 y 13 de diciembre de 1794 (f.74rv).
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