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LAS FUNDACIONES 29 logía. Y los organizadores del Seminario de Misioneros se per– suadieron de que reunía las condiciones más favorables para que sus moradores, retirados del mundo en aquella soledad, se con– sagraran de lleno a la oración y al estudio, como preparación in– mediata y eficaz para el apostolado de la palabra. Cuando en el otoño de 1765 se puso al frente de la comu– nidad el P. Juan de Zamora acompañado de los otros religiosos señalados en las tablas capitulares, los que hasta entonces habían residido allí de familia, alertados por los rumores alarmantes y por las noticias tendenciosas que se habían divulgado, los reci– bieron con mal disimulado recelo, mirándolos « como los mucha– chos al coco». Apenas quedó organizada la nueva comunidad, se puso en pleno vigor la más perfecta vida común y de común acuerdo, eligieron la Divina Pastora de las almas por patrona, protectora y madre del Seminario 64 • Se intensificaron los minis– terios sacerdotales - todo desinteresadamente sin recompensas ni honorarios - en el púlpito, en el confesonario y en la asistencia a los enfermos. Los fieles les distinguieron desde el primer mo– mento con su afecto y simpatía; acudían premurosos a los cultos de la iglesia conventual y asistían a los religiosos con generosi– dad en todas las necesidades temporales 65 • El prelado diocesano se percató de la falsedad de los informes recibidos y movido por el intenso apostolado que desplegaban los sacerdotes y por el aura popular que los compañaba, cambió de parecer y se convirtió en admirador y favorecedor del Seminario 66 • Esta actitud benévola y entusiasta del señor obispo fue, sin duda, de mucha eficacia y de los mejores augurios para el feliz desarrollo de la iniciativa, cuyos organizadores se proponían una intensa y sistemática acción misional entre los fieles. Por el con– trario, entre los capuchinos castellanos no encontró ambiente fa– vorable. No faltaron ciertamente simpatizantes y admiradores; pero el recelo inicial de la mayoría y la mera tolerancia de los superiores se convirtió luego en resistencia pasiva y más tarde en oposición descubierta. El blanco de las críticas fue el superior local, toda vez que la prudencia, la reverencia y el respeto no 64 Cf. APCC, Manifiesto historial, 2; JUAN B. DE ARDALES, La Divina Pastora, 489. 65 Entre los bienhechores más insignes recuerda el P. Zamora en su Mani– fiesto historial al coronel del Regimiento suizo de estancia en la ciudad, don Carlos de Reding y su señora, quienes cobraron particular afecto a la comunidad por el cono– cimiento que tenían de los capuchinos suizos que practicaban con todo rigor la po– breza. Particularmente menciona el hecho de que dichos señores daban la cera gastada durante la novena de la Divina Pastora solemnizada el último día por la banda del Regimiento. · 66 APCC, Manifiesto historial, 3v.
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