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LAS FUNDACIONES 19 cabe, que sus encendidas y persuasivas exhortaciones para deste– rrar abusos, promover la observancia regular, alentar y suscitar energías de renovada espiritualidad e intensa vida religiosa y apostólica. Un testigo ocular describió con vivos colores, aunque con el empalagoso estilo muy propio de la época, la imprP::;ión imborrable causada por la ejemplaridad del P. Colindres. La cita es larga, pero ciertamente no carece de interés. Es el P. Casimiro Fernando de Sevilla, quien en el elogio pronunciado dos meses después de la muerte del Visitador en las honras fúnebres cele– bradas con toda pompa en la capital andaluza, se expresa en los siguientes términos: « En el ocupadíssimo empleo de General de la Orden, y aun en las· laboriosas tareas de la Visita, no perdía su R.ma día de ayuno, ya de los que manda la Iglesia nuestra Madre, ya de los que pres– cribe nuestra Regla y ya de los que ordenan nuestras peculiares leyes y constituciones. Ningún día, aun caminando, omitía Nro. R.mo celebrar el alto Sacrificio de la Missa, privándose por pre- · cisión de algunas horas de sueño y de descanso... Su ábito ya todos lo vieron, que solamente podía servir a la decencia, y de ningún. modo a la comodidad. Siempre, siempre caminó a pie su R.ma con la gran monstruosidad de andar cinco, seis y aun ocho leguas en el día. Huvo muchas ocasiones de desmayarse con la fatiga y can– sancio, como sucedió en esta Provincia cerca del Puerto de Santa María, yendo de Sanlúcar, y también viniendo de Ezija a Marchena. Rendíase aquella naturaleza flaca y extenuada al sudor y a la de– bilidad; pero alentada por su monstruoso espíritu, seguía caminando a pie y solo admitía la levíssima comodidad de reclinarse en los brazos de los compañeros. Siempre caminaba descalzo su R.ma , sin otra defensa en el pie que la quasi inútil de la sandalia, y esto aun en el invierno más rigoroso y frío.... Y en llegando a los conventos, lqué descanso, qué alivios desfrutaba Nro. R.mo Padre? Ya lo vimos. Llegaba a un convento cerca de la noche; a poco rato entraba con la comunidad al refectorio, lo que siempre executaba al medio día y a la noche. Tomaba una levíssima refección, que no era más quasi siem- · pre su comida. Si era noche de disciplina, acompañaba a ella a la comunidad. A las doce de la noche indefectiblemente ya estaba en el choro Nro. Padre, para assistir a los maytines, a los que nunca faltó, ni en el empleo de General, ni en los otros inferiores ; ni porque el frío fuesse rigoroso, ni porque el calor fuesse excessivo, ni porque las comunidades estuviessen de recreo; jamás faltó N.ro R.mo a cantar maytines a la media noche. Con la misma puntualidad a las cinco de la mañana en todos tiempos assistía en el choro a la letanía ' mayor y a la oracion mental. El día lo empleaba su R.ma ya en hacer a los comunidades fervorosas pláticas, exhortándolas a la práctica . . de las virtudes, ya disponiendo 11:lyes y apuntamientos para el logro de la más pura observancia, ya en el cuidado y correspondencia,,

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