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EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 125 A pesar de la buena volutad del rey y de los superiores mayores eficazmente secundada por el P. Zamora, la perspectiva que se presentaba a la comunidad del Real sitio de El Pardo no era tranquilizadora. El vicario conventual elegido en el capítulo se negó a aceptar el cargoªº 1 • La renuncia, en cierto sentido, fue providencial, pues, prescindiendo de los comentarios poco favo– rables y que se reflejarían negativamente en el establecimiento, dió lugar a que ocupara el puesto uno de los religiosos más prestigiosos de la provincia, quien con su conducta intachable contribuyó a consolidarlo. El cronista apuntó complacido y admi– rado el hecho y puso de relieve las consecuencias del mismo: « La Vicaría del Pardo renunció el P. fr. Lorenzo de la Guardia, y fué electo en su lugar (cosa bien extraña) el R.P. fr. Faustino de la Naba. Este Venerable anciano, después de haver sido Lector de Theología, haver estado en Roma muchos años de Secretario Ge– neral, haver sido Guardián en los Conventos maiores de la Pro– vincia y haver sido Diffinidor dos o tres veces (ya huviera sido también Provincial si no :fuera por...); este religioso, pues, tan condecorado, viendo la dificultad que havía para nombrar vicario del Pardo, por las raras circunstancias que concurrían, sometió pronto y resignado sus hombros a esta carga, y con humildad no mui común, se ofreció a cuidar de aquellas oficinas, y exercitar aquellos ministerios en que tal vez la gente moza encuentra repugnancia. Dióle mucha recomendación este hecho para con todos los religiosos de juicio, y aun le concibió la estimación de los primeros Ministros del Reyno. Tanta fuerza tiene la humildad » 302 • En conformidad con las condiciones enunciadas, cuando el P. Zamora juzgó haber cumplido la misión que le confiaran los superiores y el rey, acudió a ambas autoridades, pidiendo que lo exoneraran del cargo. Realmente sorprende que en el breve espacio de unos ocho meses lograra normalizar aquella situación erizada de dificultades y asegurar el porvenir del establecimiento. Pero así lo dicen taxativamente los documentos; y no hay que echar en olvido que, dadas las circunstancias de orden político y religioso, los adversarios de la iniciativa y los émulos del P. Zamora no levantaban cabeza. Tanto el rey como el provincial accedieron a la petición del guardián, alabando la labor realizada y hazer que se po11gan originales en el Archivo de la Provincia y una copia auténtica en el Convento del Pardo; pero para mayor claridad con las advertencias siguientes, que <leven hacerse para que siempre conste». 301 Había sido elegido el P. Lorenzo de Laguardia, anteriormente guardián de los conventos de Villarrubia y La Calzada. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrologio, 147. 302 Erario divino, 249. Cf. MELCHOR DE POBLADURA, Los Frailes Menores ,Capuchinos en Castilla,, 177s.

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