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114 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN ción, se quedó el Rmo. con el M.R.P. Vicario Provincial, Custodio y otro a hacer corte al Rey mientras comía » 273 • Es verosímil que estos y otros contactos oficiales y oficiosos sirvieran para preparar los ánimos a la conclusión de un acuerdo; pero de hecho las dificultades no desaparecieron y el P. General hubo de afrontar dos problemas harto difíciles y complicados. Nos referimos a la rehabilitación del P. Zamora que había sido delatado a los tribunales por sus adversarios, y a la elección de los superiores provinciales que se pretendía ejecutar en virtud de algunas facultades pontificias mal vistas por los leguleyos de la corte y por la camarilla del rey. El P. Villalpando es excesi– mente optimista y exagera el feliz éxito de las gestiones del P. General, cuando afirma que con su tan deseada presencia « regocijó a todos, todo lo apaciguó y todo lo arregló » 274 • La realidad documentada es muy diversa. Por lo menos precisa reco– nocer que el prelado hubo de superar enormes dificultades y serios contratiempos para llegar a una solución de compromiso, dictada más por la conveniencia que por la realidad objetiva. Con ello no se niega que fuera lo más, o lo único que se podía obtener en aquel juego de encontrados intereses. Si no el mayor de los bienes, sí el menor de los males. 3. Rehabilitación del P. Juan de Zamora Si bien, como hemos visto, los émulos aceptaron la solución de la crisis de gobierno propuesta por el nuncio de Su Santidad, consintiendo que rigiera los destinos de la provincia el P. Fer– moselle, no cejaron, sin embargo, en su empeño de anular el establecimiento de la perfecta vida común de El Pardo. Para lograr su intento, se propusieron hacer la vida imposible a su fun– dador, eficaz y decididamente patrocinado por el vicario provin– cial y por la corte madrileña. Y así, dando excesivo peso a ciertas acusaciones baladíes, o en todo caso desvirtuando su importan– cia y desorbitando su alcance, intentaron un proceso al P. Zamo– ra. Pero como quiera que presintieran y temieran las reacciones del Consejo de Castilla, lo delataron al tribunal de la nunciatura. El nuncio, sin embargo, no dió curso a las delaciones por entonces, esperando que se despejara aquella coyuntura turbulenta y con– fusa que había exacerbado los ánimos; pero la noticia se hizo 273 APCC, Viridario auténtico, 501; Coll.Franc. 13(1943) 296. 2 74 « Hic [Erhardus] summop2re desiderato adventu suo in terram provin– ciamque nostram cuneta laetificavit, pacavit, ordinavit » (FRANCISCUS A VILLALPANDOr Philosophia ad -i,sum scholae FF. Min. S. Francisci Capuccinorum I, pro!. XIII).

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