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106 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN trema delicadeza de la situación, en la que era sumamente fácil herir susceptibilidades y ahondar prejuicios, contribuyó a agra– varla. Con la misma fecha del oficio presentado al embajador, el P. General enviaba una carta al provincial de Castilla, en la que explicaba sin reticencia el verdadero motivo de la suspensión del establecimiento de la perfecta vida común, es decir, las irre– gularidades del superior que habían turbado la paz: « cui [vitae communi] et Nos nunquam, sed solum irregularitati– bus, queis Pater Guardianus praefatam vitam communem violenter introduxerat, et quae dein tantas confusiones et tricas excitave– rant »255_ Sustancialmente el P. Erardo decía lo mismo en los dos documentos, es decir, en el oficio al embajador y en la carta al provincial, fechados el 28 de septiembre. La diversidad de los destinatarios explica y justifica la diversidad del tono, estilo y lenguaje. Hubiera bastado una pequeña dosis de buena voluntad y condescendencia por parte del rey y de su camarilla para dar por terminado el episodio con esta sincera y leal declaración. Sin embargo, el rey se dió por satisfecho con la rectificación pre– sentada a su embajador, pero interpretó la carta al provincial como una reiterada ofensa a su protegido, el P. Zamora, y exigió una reparación 256 • Menos mal que Roda prefirió arrogarse el oficio 2 5 5 La copia de esta carta, enviada por Roda a Floridablanca el 21 de no– viembre de 1775, se conserva en Arch.Emb., leg. 224, n.155. 25 6 « En este papel [la carta al conde de Floridablanca] manifiesta el General que su providencia económica suspensiva e instructiva no la expidió con ánimo de oponerse a la común estrecha y regular observancia introducida entre los religiosos de el convento de el Pardo, ni de hacer ilusorias y vanas las justas intenciones de Su Majestad y del P. General difunto Fr. Pablo de Colindres; sino que por entonces creió y fue lo que unícamente havía pret8ndido con su providencia, supri– mir de esta forma la división y escisura qus iba a nacer en aquella familia re– ligiosa por la irregularidad con que havía plantado el Guardián la vida y obser– vancia común en algunos puntos distantes y diferentes de los establecimientos dichos y confirmados por Su Majestad Cathólica y por el mencionado P. Colindres. Pero que viendo ia con más claridad el estado presente de las cosas y no presu– miendo el desconcierto que havía creido en aquella religiosa familia de el convento de el Pardo, se consideraba obligado no tanto por obedecer los venerados preceptos de S.M.C., quanto por secundar su propia inclinación, a mandar que se introduzca y observe el expresado establecimiento y que el Guardián permanezca en su oficio hasta que haia tomado pie fijo en su observancia. Quando Su Majestad esperaba con estos antecedentes que el General expidiese sus letras derogativas de las antecedentes, haciendo al Guardián de el Pardo la justicia que merecía y havía apoiado S.M. con los expresados oficios, me escrivió el P. Provincial [Fidel de Santurce] una carta en que daba cuenta de lo resuelto por el General, incluyéndome una copia de las letras que havía recivido con data del mismo día 28 de septiembre, en que escrivió el papel a V.!. ... Contra su esperanza notó S.M. en las segundas, cuia copia incluio a V.!., las agrias y duras expresiones con que el General trata al referido Guardián contra verdad y justicia, acriminándole de haver introducido con violencia la vida común

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