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CONCLUSION He aquí, en breve, la vida y obra, plenas y redondeadas, de San Lorenzo de Brindfs, justificando su existencia y sen– tido en la historia de su Orden y la ~piritualidad de su tiempo. Como ocurre frecuentemente en los hombres repre– sentativos de otras épocas que no son la contemporánea, su intimidad nos queda velada. La publicación de su epi.stolarfo y un estudio detenido de sus escritos contribuirían grande– mente a recomponer y fijar esa intimidad de hombre y de santo, que tanto interesaría conocer. Entre tanto, ahí quedan .su biografía, esquemática y su– perficial, y su obra ingente, por su cantidad y calidad, ape– nas concebible en el ohisporroteo de una vida tan variada y dinámica, probando una vez más que la monotonía y la uniformidad no son .precisamente las características del alma franciscana, nf de su ambiciosa émula, la Reforma Capuchina. He ahí su mérito y su riesgo, los cuales ambos fueron supe– rados en San Lorenzo, seguramente el hombre decisivo de la Orden Capuchina, por su santidad y la tensión de una vida que nos da la impresión de un embalamiento hacia el ideal. De igual y parecfda manera vivieron San Fidel de Sigmaringa, el Beato Diego de Cádiz, los Vbles. Carabantes y Adoain. La vida de los hombres, sobre todo la de los Santos, no es sólo su vida y su obra temporal, circunscritas al fragmento de tiempo que les correspondi'ó vivir. Es, además, su reso– nancia y su verdadera acción a través de la vida de la Igle– sia y de la sociedad a que pertenecieron en su desarrollo histórico. Por eso tenemos Ia certidumbre de que la Santa Iglesia y la sociedad no han dicho todavía su última palabra sobre la personalidad y la obra doctri'nal de San Lorenzo de 74