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éstos al mismo nmo Jesús. Ocurría.le, cuando ,contemplaba a algún niño en los brazos de su madre, que lo acariciaba lleno de gozo, dkiéndole: "Mi pequeñito, ¡oh mi pequeñito!" Luego, al apartarse, que,daba unos momentos como _enmu– decido de ternura, revolviendo en su mente no sé qué dulces y extrañas relaciones, y retornaba varias veces a ver al niño, hasta que se alejaba entre dulces lágrimas (21). No s,e le vió nunca señal de ira o impaciencia. En el no– vkiado, la únka ,expansión que de él se cuenta es su amable jugar con un corderito que :se ha:bfa tratdo para la .Pas– cua {22) . La prover:bfal austeridad frandscano-capuchina tuvo en él un ,excepcional representante. Se l,e ha comrparado en este aspecto con San Pedro de Alcántara, que Je precede medio siglo en esta senda. A pesar del indulto apostólico para via– j.ar en ,cabalgadura, siempr,e hizo sus grandes caminatas de embajador, de misionero y de visitador general a pie, excepto durante su oficfo de capellán militar. No se dispensó ,de ninguna austeridad regular o constitucional de la Orden. Comía una sola vez al dia: pan, legumbres, agua. Alguna vez, ante la insistencia cortés de sus huéspedes, aceptó un poco de vino. Y han de rf:enerse en cuenta los ambientes prin– cipescos de aristocracia dvi'l y edesiástka en que tuvo que desenvolverse gran parte de su vida. Su alimento espiritual. ,tanto en -comunidad ,como en sus viajes, era la Oración y el Oficio divino. Las largas jornadas eran tiempo a :propósito ,para orar y recitar, y hasta para prorrumpir en jaculatoria. No raras vetes sus acompañantes testifican ,cómo le escuchaban en medio del rezo ,divino, ex– planarse en suspiros como estos : "¡Oh Diois, mío:/ ¡Oh Se– ñora mía!", como efusione.s espontáneas de la abundancia de su espíritu. La fe era su vida y su batalla hasta desear ser mártir por ella, vivfrla, defenderla y exponer,la a protestantes y judíos. Particularmente a éstos, les ponía en su conocimiento, en su propia lengua, toda la ,doctrina eclesiástica y disposiciones de la Santa Sede. 43