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96 P. VIÑAYO blando nido de paz y consuelo, sonrisa del cielo, copita de miel. Niño del alma adorado, que por mí has dejado el plácido Edén... , mi Jesús, de las almas Esposo, mi centro y reposo, mi vida, mi bien. Después que mis ojos tu faz contemplaron, el cuerpo y el alma enfermos sentí ; y es tal la dolencia, que embarga mi pecho, que, en fiebre de amores, me siento morir. Tus ojos azules, cual bellos luceros, clavarse en los míos, con gracia, los vi; y tanto me hirieron tus vivas pupilas, que llagas profundas dejaron en mí. · Tus tiernas mejillas de nieve y de rosa, tus labios fragantes a medio entreabrir, tu frente de. lirio, tus hebras doradas, tu mano de armiño y suave marfil, en mí se grabaron co 0 Í:t huella tan honda, tan fúlgidas lu,ces lanzando de sí, que, ciega mi mente y el alma cautiva, de Ti separado no puedo vivir. Besando tus plantas de fresca azucena, tal fuego en mis labios lle~ué a percibir,

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