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58 P. VIÑAYO Al mirar su rostro fiero, mi sangre se hiela, y ¿ quién, su faz contemplando, así no recela ?... Y por tercera vez escucho, del alma en la hondura, aquella voz misteriosa, que leda murmura : ((Alma que velas tu oculto castillo interior, vélale bien, que te acecha villano traidor.>> Del temor, que así me helaba, el alma repuesta, al osado peregrino le di por respuesta.: -Oiga el pobre caminante que me pide lecho : no hay albergue ni reposo debajo mi techo que está cerrada la puerta de mi corazón, y a nadie doy libre entrada en esta mansión... ¡ Váyase en paz caminando! ¡ siga su jornada ! No turbe el hondo reposo que hay en mi morada.
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