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P. VIÑAYO Luceros de la noche refulgentes, magníficos adornos de su alcázar, vosotros, que escuchasteis mis clamores, ya que El desatiende mi plegaria, decidle que me mire, compasivo, pues mucho su visita me retarda; decidle que esta pobre cuitadilla, su prometida esposa idolatrada, así vivir. no puede de s11 vista privada ; decidle que le rompa las cadenas, con que el cuerpo la tiene aprisionada: decidle que es muy duro su destierro, la carga del camino, muy pesada ; decidle que es muy fácil que se manche la nítida blancura de sus alas con el cieno hediondo de la carne y la profunda charca de sus locos y aviesos apetitos y sus rastreras, caprichosas mañas; decidle... ¿ Qué más, cielos, le diremos, si rechaza el clamor de mi plegaria?>> • • • • •l• • • • • • • • • • • • • • • • • • •. •. • •. • • • • • • • • En esto, el ruiseñor de los cipreses puso fin a su amante serenata,

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