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P. VIÑAYO tus 9-uerellas infundadas de blasfemias vergonzosas, que esas voces dolorosas no son de almas resignadas. Y ¿ por qué no te has llegado con más presteza a contarme tus luchas? Fr. Le6n. -Quise acercarme; San Francisco. pero todo avergonzado huí de ti. -¡ Oh ! ¿ De mí huiste? (Con ternura.) ¡ Ay inocente cordero !... ¿No sabes cuánto te quiE:ro? ... ¿ Por qué mi vista temiste? ¿ Pensabas, ¡ ay pobrecillo !, que después de castigarte, iría de mí a lanzarte? ¡ Oh León manso y sencillo ! ¿No tengo siempre los brazos para mis hijos abiertos ? ¿No castigo desaciertos con paternales abrazos ? ¡ Oh :Fray León, ovejuela !, ¿ cómo tanta cobardía? ... , ¡ si yo todo lo sabía !.. ., que siempre Dios me revela de mis hijos el estado,

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