BCCCAP00000000000000000000902

34 P. VIÑAYO su blancura al arrrnno aventajaba; sus ojos de mirar risueño, dulces, serenos como el sueño de las almas ; sus balidos, ternísimos, sonoros, henchidos de amorosas consonancias. Un collarcito de oro recamado su airoso cuello, plácido, ostentaba, y de él pendía, con sonido alegre, una esquililla de bruñida plata. ¿Qué me decís? ¿Nadíe lo ha visto?... ¿Nadie? ... Senderos intrincados, verde grama, ¿habéis quizá sentido por vosotros el süave rumor de sus pisadas ? Hermanas flores, árboles ulllbrosos, aves que gorjeáis en la enramada, ¿ oísteis del balar de mi cordero las cadenciosas notas delicadas ?... ¡ Oh !. .. Nada me responde. ¡ Qué tormento !. .. ¡ Ay mi blanco cordero, prenda amada!, ¿por dónde triscarás en tu extravfo? ¡ Qué dolor! Se me parten las entrañas... » LEn esto se le acerca un zagal joven, que, cantando amorosas serenatas, a su encuentro cámina todo alegre y de este modo le pregunta y habla : ({Buen pastor, ¿por qué lloras ? ¿Qué amarguras el corazón así te lo traspasan? -Se me ha extraviado un tierno corderillo,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz