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344 P. VIÑAYO El murmullo de la fuente, de las plantas el verdor, los trinos del ruiseñor, con voz clara y sonriente, de mi regalado Esposo me cuentan tales dulzuras, que por gozar sus ternuras ya no duermo ni reposo... Angeles puros de cielo, fortalecedme con flores, que desfallezco de amores en incesante desvelo. Todo me habla de mi Dueño... y así siempre enamorada, con el alma traspasada, en El vivo, con El sueño. Después que herida me deja de su amor, de mí se esconde... le llamo... , ¡ y no me responde! le busco... , ¡ y de mí se aleja ! ¿ Dónde, dónde estás, Bien mío? ¿ Por qué te ausentas así? Vuélvete, vuélvete a mí, que me mata tu desvío. (Al -ver al Niño Jesús.) ¡ Oh, qué radiante hermosura ! j Me ciegan tan bellos ojos,

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