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P. VIÑAYO era alivio a mi fatiga ... ¡me animaba !. .. Un ave cantora tenía en mi huerto, en el huerto escondido del alma. ¡ Qué graciosa y bella !... ¡ y qué mansa ! Cantando, cantando la vida pasaba, haciendo mi vida bella, alegre, tranquila, rosada . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . ¡ Rosas, rosas sin espinas hollaban mis plantas ! II Entró un día un gusano en mi huerto, en el huerto escondido del alma. Llegóse a la flor hermosa que allí yo guardaba ; vomitó sobre ella su fétida bapa, tronchó el tallo... ¡ y la flor me quedó destrozada ! Sin matiz ni aroma, fué por la brisa arrastrada.

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