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296 P. VIÑAYO pidiendo a la Virgen y a su bello Niño nos hicieran buenos, puros y sencillos para ir luego al cielo con los angelitos. Después, a la escuela, sagrado recinto, donde a la mirada de Cristo bendito, muchas cosas buenas también aprendíamos. Un sabio maestro, ~ . ·- con tierno canno, nos iba enseñando el dorado libro que entonces llamábamos Santo Catecismo, en donde se encierran como en cofre fino sublimes verdades, misterios divinos, que los hombres deben guardar en sí mismos. Con estas lecciones que entonces oíamos al sabio maestro, con los ojos fijos
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