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240 P. VIÑAYO aun más se ensanchan... , de su cuerpo el muro presto va a ser deshecho, cayendo al suelo duro ... ¡ El volcán vierte ardor más vivo y puro ! Acércase el momento, por su alma tantas veces anhelado, en que habrá tal aumento ese fuego sagrado, que en él, al fin, se quedará abrasado. Llegada: ya la hora de romper de la carne el torpe velo, radiante cual la aurora, el alma emprende el vuelo y se remonta presurosa al cielo. En el suelo tendido yace el despojo de su cuerpo inerte... ¡ El volcán encendido, al frío de la muerte, sólo cenizas apagadas vierte ! Declinaba serena la tarde. Sus dorados, lucientes, cabellos tras los montes el so1 escondía, en tinieblas la tierra envolviendo. La estrella de Umbría, de la Iglesia el radiente lucero
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