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22 P. VIÑAYO Reconoció al cordero herido y desangrado, y al mismo tiempo vió ;no ser de su rebaño ; mas no dejó, amoroso, por eso de sacarlo : cogiólo con cariño, y lo estrechó en sus brazos, alegre y satisfecho de tan feliz hallazgo. Después a su redil cuidóse de llevarlo; curóle sus heridas; prestóle frescos pastos ; un collárcit01 le hizo de oro fino bordado... , y hacíale caricias y mimos tan salados, que, inquieto, no vivía, si no estaba a su lado. i Dios mío, qué pastor !, i qué fino !, i qué esmerado !, ¡ cuánto amaba al cordero que llevó a su rebaño !... ¡ El alma y corazón se me estremecen tan sólo de pensarlo !

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