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P. VIÑAYO ¡ y la tierra que huellan. sus plantas convertida la deja en un cielo ! * * * Por saetas encendidas traspasada tiene el alma, y no encuentra paz ni caíma en: el valle de aflicción.; ardiente sed le devora y desfallece su pecho, porque en su recinto estrecho no le cabe el corazón. Por esta fiebre snblime sin cesar atormentado, de tierno impulso llevado, huyendo a los bosques va; entre frescas esmeraldas, con paso lento camina, mientras su voz argentina sus quejas al viento da. Con acento melodioso así exclama, enardecido : « ¡ Ay de mí !. .. Mi Dios me ha herido con extremado rigor : vivir no puede mi alma en esta cárcel de tierra, porque su hondo centro encierra inmenso volcán de amor.

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