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FIBRAS DEL ALMA ¡ qué cazador, Dios mío!, j tan fino, tan extraño! ... ¡ El alma y corazónl se me estremecen tan sólo de pensarlo ! III Yo sé de un pastorcillo amante del ganado, que tiene sus delicias en vivir a su lado. Por un repecho andaba, un tanto fatigado, sus mansas ovejuelas al monte careando; y al pasar de improviso junto a un zarzal insano, divisó un corderillo en él entrelazado. Movido a compasión de verle malparado, llevado del afecto, se resolvió a sacarlo. Al entrar, las espinas cri.-ieles le punzaron; mas él las soportaba alegre y resignado. ; 2I
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