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222 P. VIÑAYO Al llegar a una alameda ele altivos robles poblada, de un ruiseñor percibieron las melifluas serenatas; el cual, entre la espesura, dulcemente modulaba las cadencias de sus himnos del Criador en alabanza. Al oírle San Francisco, sintió conmovida el alma, y a Fray León le dirige estas amables palabras : «¿ Del hermano ruiseñor no escuchas las notas varias? ¿ No sientes cómo, en sus trinos, la gloria de Dios ensalza ? Acompáñale, querido; tu voz, humilde, desata. -Perdona, padre, contesta de Dios la ovejuela mansa ; es mi voz desagradable, balbuciente, mi palabra, y si a cantar me pusiera, desaciertos mil cantara. Cantad vos que la tenéis como de ángel delicada.» En esto, comenzó el Santo, vuelta al cielo su mirada,
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