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216 P. VIÑAYO Al estar así, en mi aldea, juguetón y entretenido, pesadísimo vehículo acertó a cruzar allí; a su marcha inesperada, me quedé bajo él tendido, y sus ruedas estridentes caminaron sobre mí. Solamente contemplaba la improvista, amarga escena una hermana de mi padre; y tan luego cual me vió, a la Virgen de mi tierra; de humildad profunda llena, esta férvida plegaria, conmovida, dirigió: ¡ Amparadle, Madre mía, Virgen Santa del Camino!, .. No desoigas los clamores, que te lanza el corazón .. ya que nadie implora en vano tu favor alto y divino. de tan tierno pequeñuelo tened, Madre, compasión; Y la Virgen de mi tierra, de las tierras leonesas ... la que invocan mis hermanos con ardiente y viva fe ... la que reina en sus hogares y protege sus empresas .. la que todos su sazares con piadosos ojos ve ... la adorada con ternura por sencillos aldeanos, que, naciendo en este fértil noble suelo leonés, son los hijos de valientes caballeros muy cristianos. que embrazaron la rodela y vistieron recio arnés, escuchó aquella plegaria fervorosa, murmurada por aquella mujercita con humilde corazón; y, tendiéndome su mano de blancura inmaculada, me libró de pronta muerte con su dulce protección. ¡ Virgen Santa del Camino, Reína augusta de dolores! si la vida que hoy disfruto yo la debo,. Madre, a Ti,

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