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FIBRAS DEL ALMA ¡ Oh, qué fiel jardinero! ¡ qué fino y delicado !. .. ¡ cuánto amaba la flor que trasplantó del campo !... ¡ El alma y corazón se me estremecen tan sólo de pensarlo ! II Yo sé de un cazador... , ¡ qué cazador, Dios santo!, que de mañana un día del apacible mayo, por frescas alamedas con júbilo cazando, encontró un pajarillo, pequeño y desplumado, por un hilillo preso en la rama de un árbol. Con singular ternura, en vez de derribarlo, lo suelta, cuidadoso, le rinde mil halagos y acércale a su seno a fin de calentarlo. Volviendo, de la caza, lo lleva a su palacio, Ig

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