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r86 P. VIÑAYO La tierra le ofrece punzantes espinas; los hombres le pagan con negras falsías; las demás bellezas, que en el mundo admira, cual sombras fugaces, huyen de su vista. ¡ Sola y encerrada está el alma mía !. .. ¡ Ay, cuánto padece la encarceladita ! j Nadie le responde ni escucha sus cuitas !. .. ¡ Nadie la consuela ni hace compañía !... En tal desamparo se siente rendida, y al cabo prorrumpe en quejas tristísimas: -Vivir yo no puedo. Es la pena mía , como mar inmenso sin fondo ni orilla. Busco mi remedio con ansia y fatiga,
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