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168 P. VIÑA.YO Tú, la Reina del cielo, Tú, la alegría, Tú, la luz que esclarece la tierra umbría, ¿ te encuentras sin consuelo llanto vertiendo ? ¡ Tan grande desventura yo no comprendo ! -Mortal, que compadecido de mis dolores intensos, me preguntas, aturdido, por qué lloro y quién me ha herido con desconsuelos inmensos. ¿ No sabes que yo tenía un hijo de gracias lleno, con el cual feliz vivía, pues de su rostro sereno luz y aliento recibía ? Cansado de caminar, por la noche se llegaba a mi pobrecillo hogar, palabras dulces me hablaba, sonreía... ¡ y me abrazaba ! Y sus amantes abrazos me infundían tal consuelo, que juzgaba de este suelo rotos ya los torpes lazos... i y mi morada era 11n cielo ! Mas, ¡ ay de mí !· ya pasaron aquello serenos días, que de gozo me inundaron,
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