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ro4 P. VIÑAYO Miro también tus sienes de espinas coronadas, tu faz en sangre tinta, tus ojos sin destellos, revueltos y manchados tus fúlgidos cabellos, tus plácidas mejillas, cual mustia flor ajadas. Mis siempre acariciadas y locas vanidades la causa son de aquestas tan bárbaras crueldades... ¡ Jesús, mi Bien, mi Vida, perdona mis flaquezas, mis crímenes olvida ! Bajo tus puras plantas, tu cruz bendita estrecho,, en efusión del alma, con amoroso abrazo. Haz, dulce Dueño mío, que, con eterno lazo, a tan florido árbol prendido esté mi pecho ; que sea el blando lecho do encuentre mi reposo y alivio a las fatigas de mi vivir ansioso. j Oh cielos !, j quién me diera que a ella yo abrazado de santo amor muriera ! Mientras así de hinojos, vuelto mi rostro al suelo, imploro tu clemencia, vertiendo amargo llanto, Tú el río de tus gracias en mí derrama en tanto; disipa mis tinieblas, ahuyenta el desconsuelo, deshaz el duro hielo que al alma triste oprime ; pues sólo, con tu sangre, se limpia y se redime, difúndele unas gotas de ese raudal que mana de tus árterias rotas.

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