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98 P. VIÑAYO Y en tus mejillas, de fuego lleno,. mis tibios labios después posar, y adormecerte sobre mi seno con los arrullos de mi cantar. Mas, ¿ qué pretendo, Niño adorado, con el delirio, que me cegó? ... ¿ tocar tu cuerpo inmaculado, siendo Tú cielo y tierra yo ? Perdona, Niño, mi atrevimiento, perdona el ansia de mi pasión : lo que murmura mi pobre acento, ¿ no son deliquios del corazón ? Con tu hermosura me has vuelto loco, y mis deseos ignoro ya; y lo que pido no sé tampoco... mi torpe lengua, ¿ qué te dirá? Estos ardores, dulce Bien mío, que consumiendo mi pecho están, témplalos luego con el rocío donde tus gracias envueltas van. Dame del agua serena y pura : quiero, embriagarme con su dulzor ; apag_a presto, con su frescura, de aqueste pecho la sed de amor. Pues, con miradas, Tú me has llagado, Tú las heridas me has de sanar; el alma mía Tú la has robado, contigo siempre la has de llevar.