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brecidos y desechados de la historia. Esa encarnación kenótica busca la liberación, es decir, el establecimiento de unas relaciones de hijos para con Dios, 16 de hermanos para con los hombres y de administradores para con la naturaleza, caminando hacia la plenitud escatológica. En– carnación que por lo mismo revela claramente la gravedad del pecado allí donde se encuentra, y muestra como no se puede llegar a la resurrección sin pasar por la cruz, por el anonadamiento, por la kénosis, desvelando y criticando así todo triunfalismo cristiano que quiere alcanzar la resurrección sin asumir la encamación (inculturación) solidaria con la carne maltrecha de la historia y sin llevar junto a los crucificados de este mundo la pesada cruz de estos. Es por eso una encarnación que, procurando alcanzar a todos los hombres, toma partido por el marginado, por el crucificado. Así, la encarnación cristiana es básicamente solidaridad con la fragilidad humana hasta la cruz. Es decir, solidaridad que se encarna, que se incultura. No se puede entender la encarnación de Jesús sin la cruz y la resurrección -etapas finales de su vida. Y tampoco se puede entender la muerte y resurrección olvidando que compartió durante unos treinta y tres años el pan y los problemas con su pueblo, sobre todo con el pueblo pobre y crucificado; y que asumió la cultura judía, es decir, que se inculturó. Si no se puede separar la encarnacación de la redención, aunque sean diferentes, la "práctica de la misión, si aún queremos pensar en términos de 'encamación', (... ) deberá ser pensada como 'encamación redentora', como encarnación -según el modelo de Jesús– en el camino de la liberación del pueblo".17 Ello ha de conllevar el respeto, el diálogo y la solidaridad con los no respetados y sin voz de la historia. Es ahí donde la alteridad alcanza su máxima densidad, y donde Jesús mejor aparece como el modelo de toda solidaridad encarnfl– da (inculturada) y de toda presencia dialogante y testimonial. 16 "La razón de ser de la inculturación/encamación del misionero es la liberación/salvación de los pueblos indígenas": P. SUESS, Cálice e cuia. Crónicas de Pastoral e Política Indigenista, Vozes-CIMI, Petrópolis 1985, 71. 17 A. ANTONIAZZI, Encarnafáo e salvafáo: status quaestionis, en lnculturafáO e libertaflio.. ., 143. 87

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