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empeñó en construirlo con sus gestos y actitudes de vida. De ahí sus milagros y curaciones que son una señal liberadora del Reino, liberando del mal físico. Sus comidas con los publicanos y pecadores son la presencialización del Dios del Reino que se parcializa por aquellos que son marginados religiosamente en su sociedad. A partir de los valores del Reino critica a los ricos e injustos y desenmascara sus intereses e injusticias. Es, por tanto, un amor que privilegia la vida donde está amenazada, que no rehuye los conflictos, que, en definitiva, presencia– liza el Reino de Dios y nos muestra al Dios del Reino. D) Las mediaciones históricas del Reino en la comunidad de los seguidores de Jesús Anunciar ese Reino implica dejarse convertir por él y seguir el camino de Jesús. Así, la iglesia es la comunidad de los seguidores de Jesús en continuidad histórica con él. En ese seguimiento irá discer– niendo y descubriendo aquellas mediaciones (políticas, económicas, etc.) que están más de acuerdo con el Reino y son constructoras de este, y al mismo tiempo tendrá que denunciar todas aquellas mediaciones que se oponen a Dios y su Reinado. La comunidad eclesial cada vez ha ido tomando más conciencia de esa liberación total hacia la que nos apunta la práctica y predicación de Jesús y la necesidad de que el Reino se vaya realizando inicial pero efectivamente en mediaciones históricas concretas. Mediaciones que presencialízan el Reino a través de liberaciones humanas, pero que ni agotan el Reino ni se identifican con él.1 9 Dicha liberación se da fundamentalmente en la liberación histórica del pueblo oprimido. Es decir, el Reino de Dios está presente en las aspiraciones del pueblo dominado y se torna verdaderamente presente de un modo real, incipiente y cercano en las luchas y esfuerzos por la liberación histórica, siendo los pobres y dominados los protago– nistas primeros. Son avances paulatinos que nunca podemos absolutizar y que hemos de someterlos a la crítica del Reino. Así los hechos 19 Cf. G. GUTIERREZ, Teología de la liberaci6n. Perspectivas, Sígueme, Salamanca 1980, 239. 31
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