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CONCLUSION Fueron los encuentros misioneros indigenistas realizados en América Latina después del Vaticano 1/ los que nos abrieron las puertas para esta reflexión. Y más que puertas fueron el trampolín que nos permitió de la praxis misionera reciente dar un salto desafiante hacia el futuro en el intento por establecer -desde el seguimiento de Jesucristo– una nueva praxis misionera indigenista, que transforme la situación y realidad actual indígenas en orden a que estos puedan, dentro de su cultura y manteniendo su identidad étnica, vivir una vida en abundan– cia, una vida en comunión, es decir, una vida de hijos para con Dios, de hermanos para con los hombres, y de administradores para con la naturaleza. Esa nueva praxis indigenista ha constituido nuestra preocupación constante, unas veces manifestada y trabajada explícitamente, otras permaneciendo más en la penumbra e incluso de manera implícita. Es por así decirlo, el hilo conductor, la estructura que sustenta nuestro edi– ficio, nuestro bohío indígena, aun cuando muchas partes de dicha estructura queden ocultadas por las hojas de palma que recubren el bohío. Tal estructura, tal nueva praxis, posee una pieza clave que da consistencia a toda ella, la evangelización inculturada y liberadora. Es como la viga de la cumbre que da consistencia y estabilidad a la casa comunal indígena al bohío. Viga que a su vez necesita de otras vigas menores y de columnas donde apoyarse. Así la evangelización incultu- 141

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