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va dirigida preferentemente hacia los empobrecidos y marginados de la sociedad, solidarizándose con ellos y luchando por erradicar su marginación y pobreza material. Anunciar el Reino conlleva a anunciar también sus exigencias. Seguir la propuesta del Reino no se puede hacer de cualquier manera, sino que exige unas condiciones, unas actitudes. La primera exigencia es la de cambiar de vida, la de convertirse (metanoia) al Reino, la de abandonar el pecado. El pecado no es otra cosa que la anulación del Reino de Dios que se presenta como gracia, donde el hombre toma una actitud autosuficiente ante Dios y de dominación ante los hombres (Me 12,40). Jesús no es menos exigente que Juan Bautista, pero su motiva– ción a la conversión es diferente. La conversión debe ser realmente radical, y esta es posible porque Dios se acerca gratuitamente, porque ha salido a nuestro encuentro como lo hizo con el Hijo pródigo (Le 15, 11-32), con el injusto Zaqueo (Le 19, 1-10), etc. Es el Dios miseri– cordioso y bondadoso el único que -en última instancia- motiva a un hombre a la conversión. Una segunda exigencia es amar. El amor es la "ley de vida en el reino" 6 y la única forma de corresponder al Reino. Amar a Dios en el prójimo, con predilección hacia el prójimo que yace caído en medio del camino (Le 10, 25-37). Es, por tanto, un amor que si es verdad que busca crear fraternidad entre todos los hombres, no es menos verdad y real que lo hace desde el amor (solidaridad) parcial hacia el pobre, no porque este lo merezca, ni porque moralmente sea mejor que los demás, sino porque su situación de infrahumanidad, de no vida, de em– pobrecido está en contradicción con el Dios del Reino, y este no puede sino actuar en favor de esos hijos suyos marginados y empobrecidos para restablecerles la vida que les.está siendo recortada. Una tercera exigencia es el segimiento. Jesús llama a sus discípulos a que abandonen todo y le sigan (Me 1,7), y les encomienda una misión, que no es sino su misma misión. Por eso seguir a Jesús es seguir la propuesta del Reino. Y vivir conforme al Reino no es sino 6 O. CULLMANN, Jesús y los revolucionarios de su tiempo, Sudium, Madrid 1971, 248. 106
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