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VII NO CONSTA EL TRASLADO .DE LOS RESTOS DE DOÑA BARBARA BLOMBERG. Por lo dicho hasta aquí y por la fuerza de las pruebas aducidas, no creemos ser fácilmente rebatida nuestra tesis sobre el enterramiento de Doña Bárbara Blómberg eh la iglesia conventual del monasterio franciscano de Montehano. No obstante reconocemos que, dadas las disposiciones testamentarias de la Blómberg y la forma provisional de su ~ enterramiento ya que la mayoría de los testimonios _hablan de ser solamente «depositados» sus restos mortáles, hubie– ra podido pensarse que posteriormente se intentaran tras– ladar a otro lugar o que de hecho se trasladaron. Pero cier– tamente no consta en documento alguno que sepamos y más bien podemos sostener lo contrario, por las siguientes razones que no parecen despreciables. Cuando muere Doña Bárbara el 17 de diciembre de 1597 es cierto que debió notificarse al Rey Felipe II su falleci– miento y -como se dijo anteriormente- sus últimas vo– luntades testamentarias. Pero, o porque él mismo Felipe II en aquel «su último invierno, lleno de miserias» que -diría William Thom.as, uno de sus mejores biógrafos, ya no tuvo tiempo ni humor de ocuparse de ello, o porque intencio– nadamente no 1o quiso, lo cierto es que no consta diese dis– posición alguna para que se trasladasen los restos mortales de Doña Bárbara a otro sitio._ Mucho menos se puede pensar lo hiciese su hijo Feli– pe III muerto veinticuatro años después que J)oña l3árbará, hombre piadoso y enemigo de cortesanas.
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