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CORRESPONDENCIA ,Í)E•,LA ,M._A¡<!GELES> CON: EL P. MARIANO pertenece a los cuatro del Apocalipsis, porque se me presenta como único), como le veo identificado con el Espíritu Santo. Otras veces presenta el as– pecto de Jesús, como Redentor y Conquistador, que recobra mi alma y se apodera de ella absolutamente en nombre de Dios. Como si fuera yo un • templo, un santuario profanado con la presencia de seres extraños, con un sentimiento de cólera o justa indignación arroja de mi alma a los profana– dores y se prepara para cerrar .las puertas, todas las vías de comunicación con el mundo y sus criaturas. Los profanadores que echa del templo son todas las criaturas, pero de modo especial los confesores y directores que me han tratado durante su ausencia, como si su trato hubiera profanado el santuario de mi alma. Lo hace con una prisa y una indignación divinas que me revela el infinito celo que tiene Dios de mi pobre alma y su ansia infini- ta de santificarme, como si quisiera resarcir pronto y ventajosamente los graves perjuicios ocasionados a mi alma y las pérdidas habidas. Cuando s~ me impone la dirección en esta forma, yo me siento consagrada con la pre– sencia de mi Dios visible a medida que avanza hacia el interior del templo, mejor d~cho, a medida que se adueña y apodera de mi alma, de mi vida, de todo.,.mi ser. Sí, Padre mío, yo me siento consagrada, purificada y santifica– da y con esperanza de ver reconstruído el templo y vuelto a su primitiva grandeza; y veo la complacencia con que mi Dios Uno y Trino contempla y bt;ndice los afanes de mi Padre, el celo que lo devora y el amor santo y di– vinizador que me profesa y en cuya virtud obra prodigios en mi pobre alma. En fin, Padre mío, es tan divino lo que veo, lo que siento y lo que obra en mi alma, que no sé cómo. explicarlo. Una especie de reclamo divino, amo– roso, me lleva con. frecuencia a mi Padre, me adhiero a su alma con toda la capacidad y energías que mi Dios me concede, y esta unión o adherencia lo hace todo en mí. Yo dejo todas las formas propias, mi criterio, libertad y hasta las virtudes, en el caso de que no las acepte o reconozca por tales mi .Padre; y cumpliendo este requisito me abandono a la influencia de la dirección, y mi abandono acompañado de la fe, confianza y caridad ardien– tes son aprobadas por esta voz que repercute con frecuencia en mis oídos: Beata es,. quae credidisti, perficientur in te quae dicta sunt tibi a Domino (13). Ya va a ser hora y pongo fin. Repito que me pongo en sus manos ente– ramente para que obre en mí y de mí haga lo que le plazca. Yo deseo ser humilde,, Padre mío, pero he comprendido que la humildad tiene que venir- ; (13) Luc., I, 45.

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