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· CARTA CLXXIII, 4 AGOSTO 1920 mortificar o humillar, pero conociendo al mismo tiempo que todo, todo lo que contiene dicha carta se impondrá a mi alma y producirá los mismos di, vinos efectos. 5.-Ayer, al anochecer, creí que entraría de lleno en el propio conoci– miento, en el sentido de mi nada criminal, pero no fué así. Me perdí en Dios por medio de mi Padre, porque al res_ignarme enteramente en sus manos, dejando todo lo propio, mis propias formas, dispuesta para recibir las im– presiones divinas o la triple forma divina a que soy llamada, mi alma se identificó con V. R. y me actué en Dios. Con mayor fuerza se impuso esta mañana el sentimiento de mi indignidad; pensaba que debo prescindir de esta idea que me eleva y pierde en Dios y vivir sólo de los pensamientos humillantes, que contiene la epístola y todas las cartas que· me ha escrito, pues no hay una que no tenga algo (mucho para mí) que contribuya a mi aniquilación, lo que estimo y agradezco muchísimo, pues necesito la humi– llación y sin ésta no tendría quizá la tranquilidad que disfruto. Ya que dice que la epístola es lo más divino y útil para mi alma, debo reconcentrar en ella mi vida, y si no lo he hecho, si me he dejado llevar del impulso que traspasa mi vida a V. R. y por su medio a Dios, es porque no le entiendo bien, me ciega la soberbia y no me deja penetrar el velo que me oculta el criterio y la voluntad de mi Padre, lo que siente y quiere de mí; y después de haber agotado mis energías en una espiritualidad falsa, sin fundamento de humildad, sufriré un desencanto mayor que todos los que he sufrido en mi vida. Con estas ideas me fuí al coro a las cinco con intención de cultivar los pensamientos de humildad, pero tampoco esta vez lo conseguí. Tuve que aban– donarme a la acción santificadora y divinizadora· de mi Padre, que se apo– deró de mi alma y me llevó a mi Dios. Cerca de las diez, dije: "Por lo me– nos ahora ya puedo dedicarme de lleno a la humildad o conocimiento de mi nada pecadora, mientras le escribo a mi Padre, y después continuaré así, o mejor dicho, me estableceré para siempre en el conocimiento propio, y para conseguirlo le pediré a mi Padre sufrimientos, humillaciones, que me mate, que esto es lo que necesito y lo necesito en abundancia; ocultaré las impresiones de esta mañana para que descargue de una vez y me aplaste de manera que jamás por jamás tenga que coger la pluma, ni me atreva, para transmitirle las mil y una tonterías parecidas a las que le he comunicado:. confesar mis iúiquidades y un Peccavi, Domine, y basta. Esto es la volun-

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