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80 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO me puse a dibujar en el papel que me proporcionaron las religiosas, se me ocurrió representar otro episodio que también constituía mi vida: me refie– ro a la visión de Dios Padre ansioso de exteriorizar las dos inefables Rela– ciones establecidas en su seno, llamando a las almas en todas direcciones. Encontré algún inconveniente en representar la visión tal como se me im– ponía; y en su lugar dibujé lo más aproximado, que es Sub umbra illius quem desideraveram sedi (2), etc., y para no desperdiciar papel, dibujé en torno suyo los episodios que encierran los versos que le preceden y siguen; y 101, cinco contiene la pequeña fotografía que le mandé. Las religiosas me instaron para que describiera todo el libro de los Can– tares; pero sólo en parte respondí a sus deseos, pintando los episodios que faltaban para completar el capítulo segundo de los Cánticos; y como en mi cabeza guarda relación con el Vox Dilecti mei, ecce iste venit saliens in montibus, etc. (3), con el original, reproduje éste en uno de los ángulos del papel. Más tarde pinté otro que representa al Padre Eterno con dos alas gran– des, y en ellas grabadas las figuras de Jesús y del Espíritu Santo a la vez, que proceden de su seno en dirección a una monjita, y otra posa sobre el ala que representa al Espíritu Santo. Es la explicación de aquellas palabras de gratos recuerdos y huellas divinas que dicen así: Yo soy el Señor Dios tuyo ( 4), etc.: Vosotros mismos habéis visto lo que hice con los Egipcios, de qué manera os he traído cual águila sobre mis alas y os he tomado por mi cuenta (5), etc., etc., etc., que fueron muy recordadas y remeditadas de esta hija infortunada durante su penosa o~fandad, y siempre bendecidas por mi Dios querido, testigo de mis sufrimientos, y acompañadas con sus gra– cias especiales. Según iba pintando los cuadros, me despojaban las religiosas; y así con– tinué mi labor hasta que me cansé, porque no se agotaba la materia, y guar– dé el lápiz. Aprovechando los días que estaba enferma dicté a Sor María la explica– ción del capítulo segundo de los Cantares y de un cuadro de la Virgen. Tuve intención de hacer lo propio con el cuadro del Aguila divina y del que re– presenta los episodios del capítulo cuarto de los· Cantares, pero no lo hice por pereza, o porque preferí la oración al consuelo de las religiosas. (2) Cant. II, 3. (3) Cant. II, 8. (4) Salmo LXXX, 11. (5) Deut. XXXII, 11.
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