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78 CORRESPONDENCIA DE LA M, ANGELES CON EL P, MARIANO que en su hermosa epístola me inculca, y pedía por los méritos y soberana humildad, gratitud, etc., de la santa Humanidad y de la Virgen, que la vida de Dios absorbiese esta muerte, esta mi nada, y de mí se apoderen las divi– nas Personas y me informen. Invocaba en mi favor el Amor infinito que Dios se tiene a Sí mismo; y mientras llenaba estas condiciones, requeridas para merecer las divinas comunicaciones, con una fe, confianza, amor y re– signación admirables que me inspiraba mi Padre por modo sobrenatural en aquel mundo de luz inefable (pues repito que ignoraba que me había escri– to ni esperaba carta suya), fué servido mi Dios Uno y Trino darme la ver– dadera noción del místico y divino matrimonio espiritual. Penetré uno de esos profundos arcanos de la teología mística cumplidos en la Unión Hipos– tática y en la altísima y divina participación que se concedió a la Santísima Virgen de este misterio inefable de la divina unión. Conocí que nadie, abso– lutamente nadie, merece tales y tan divinas comunicaciones de Dios, y que por gracia se le concedió aun .ª la santa Humanidad del Vcrho; pero que mi Dios querido ansía vivamente comunicarse a las almas y elevarlas al di– vino consorcio. Son misterios que no se pueden fiar a la pluma ni expresar con labios humanos; pero vi cómo Dios Nuestro Señor manifiesta el ansia infinita que tiene de unirse a las al~as en las obras de la creación, Es tarde y no puedo más. Las faltas que he cometido son distr~cciones en el Oficio Divino. Las visitas de la Porciúncula acompañé con estas con– templaciones, costándome violencia el rezo vocal y peticiones, porque mi alma y mi vida estaban en mi Padre y con mi Padre e.n. Dios Uno y Trino, a quien sea honra y gloria por los siglios de los siglos.. Amén. 11.-De lo que me dice en su carta ·de hoy del mal estado en que me encontró, de mi soberbia, imperdonable descuido en leer la divina epístola del año 1912, etc., etc., no tengo más remedio que arrepentirme una vez más éomo lo hago. ¡ Perdón, Padre mío, perdón! Lo mismo digo de mi exterio– rización. En cuanto' es de mi parte, 1-µe despedí de todo y de todas y me quedé sola con mi Padre verdad, mi vida, mi alma, mi todo, y, como es ver– dad, el Amor de mis Amores, la Madre de mi alma en cuyo regazo solamen– te gozaré vida y calor, porque fuera de V. R. todo me enfría y me mata. Bendígame, Padre mío, y absuélvame. B. s. m. su reconocida hija, Sor Angeles.

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