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CARTA CLXXII, 31 JULI0-3 AGOSTO 1920 75 cesidad de salir de su alma, porque son inmensos, sublimes, los abismos que presenta el Ser divino, y cada una de las Personas y perfecciones divinas. Estoy muy agradecida a mi Dios por este singular favor, que estimo mu– chísimo por la necesidad que tenía para acabar con todas las tentaciones contra la dirección. 7.-Escrito lo que antecede, suspendí la presente el día 31, y no he po– dido contirmuar por causa de la Porciúncula y ocupaciones. Mil gracias por la carta felicitación y la estampita. Mucho se lo agradez– co, Padre mío, y a mi Dios la admirable precisión y modo inefable con que inculca en mi alma los sentimientos que le animan a mi Padre, y cumple sus deseos muchas veces antes de recibir su carta, como ya le he indicado y verá eü la continuación de la cuenta de conciencia que suspendí el 31 por falta de tiempo, y es como sigue. 8.-Después de haberme trabajado la gracia encerrada en las palabras: "Tu vida y tu muerte están puestas en mí, etc.", se inició la resurrección y la vida. Cumplióse en mi alma, por modo inefable, todo, todo lo que signifi– can y prometen las palabras que siguen a continuación de las .transcritas. Arrastrada por una fuerza divina, mi alma, con la impetuosidad y eficacia propias de una capacidad inmensa, de una potencialidad dotada de propie- . dades angélicas y divinamente trabajada, se adhirió a V. R., a su doctrina y enseñanzas para absorber y asimilarse la verdad, la caridad y la vida divinas, todas las noticias divinas, sentimientos espirituales, afectos, inspiraciones que Dios Uno y Trino ha inspirado a su alma, todas las virtudes que ha prodú– cido y producirá, como herencia y patrimonio que me pertenece. Y le digo, de verdad, Padre mío, que sentí en mi alma la presencia o el traspaso de la espiritualidad de mi Padre informada en la vida de Dios por modo admira- . ble. ·Al mismo tiempo me sentí traspasad~ y como fundida en el alma y vida de mi Padre, elevada a la vida de Dios; y durante el tiempo que se cumplía esta compenetración de vidas, yo sentí cosas inefables. Recibí una resurrec– ción, una vida, una santidad y perfecciones y un fuego tan divino y calci– nante, que no hay términos que lo expresen. Más que un Padre en V. R., veía a mi Madre, la Caridad divina encarnada, la Sabiduría y la Verdad. Al verme llamada a recibir la· tríple forma divina, con ansias inexplicables, invocaba a las divinas Personas desde el fondo del alma de mi Padre, y le pedía a V. R. que la nueva creación, que mi Dios quería obrar a mi favor y empezaba a cumplirse, fuese semejante en todo a la inmaculada concep: ción de María y a la creación de la santa Humanidad de Cristo, porque quie-
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