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64 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO pro del trabajo escriturario que el Padre me imponía, no pude realizarlo, debido a la crisis dolorosa que se había iniciado ya en mis relaciones direc– tivas y que perduró hasta mayo del presente año. El Padre atribuía a mi re– sistencia la disposición de mi alma, y, obligada por su autoridad, escribí di– chas meditaciones en el mes de abril de 1919. Por la terrible tribulación que me sobrevino en una de las confesiones que por entonces hice con el P. Al– fonso, suspendí el trabajo y no volví a poner mano en él. El Padre debió sufrir horrores al ver la inutilidad de sus esfuerzos y estratagemas para hacer revivir la fe y obediencia que había perdido; a mi vez, padecí lo que Dios y yo solo sabemos, porque no pude ni obedecer al Padre ni vacar a la oración a pesar de mostrarse Nuestro Señor propicio cual nunca a favóre– cerme y atraerme con fuerza soberana. Infinitos abismos de luz, a cual más divino, imponíanse a mi inteligencia, de cuyo centro me llamaba el Verbo Encarnado para que lo acompañara, compartiera sus divinos misterios, etcé– tera, etc. Imposible describir los encantos de aquellos abismos y horizontes de luz, la inefabilidad de aquellos misterios que cada uno representaba y que parecía existían en el seno de Dios Uno y Trino, que habitaban dentro de mí, pues todo se me mostraba en mi interior. Sin embargo, yo no res– pondí al llamamiento, porque me parecía que debía mediar algo entre el llamamiento de mi Dios Humanado y mi respuesta. Pero sea de esto lo que fuere, yo padecí mucho y sin mérito, y viví perdidamente durante el año 1919 y los seis primeros meses del presente año. No viví para Dios, ni para mi bienestar, pues me impuse privaciones mayores quizá que nunca: debí vivir muerta o sólo para fas criaturas. Además de los escritos arriba indicados, entregué al P. Pérez unas hojas del Diario que escribí por obediencia el año 1918, la explicación del capí• falo II de los Cantares, dos o tres artículos que llamé "Mensajes de la Reina del cielo" y algún coloquio o cosita de poca monta. Los Mensajes son origi– nales; lo demás, copias de Sor María y de Sor Anunciación. Sor Angeles Sorazu. Si manda el P. Alfonso la obrita, veré las pagmas que tiene. Si lo cree necesario o conveniente V. R., mandaré sacar una copia, aunque yo no puedo ni leer los escritos propios, y conservarlos me cuestan bastantes tentaciones. Los escritos que restan le envío con la presente para que vea el tamaño del papel, etc.

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