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62 CORRESPOIIDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO nos misterios sin adorarlos con entusiasmo y estimación divina y ansia suma de reproducirlos en mi vida. Jamás he podido resignarme a participar sólo en parte la vida de Dios, limitar mi anhelo a un misterio ni a varios, sino que he sentido necesidad de asimilarme la historia entera de mi Dios Hu– manado encarnado en María, y con Jesús y en el seno de su vida íntima o de su doble naturaleza, poseer todos los misterios de la Trinidad. Vea V. R. si puede creerse lo que digo en vista de mis procederes con– trarios a la vocación divina con que me ha favorecido mi Dios, y que no la puedo negar, porque es una evidencia tan palpable que de negarlo tendría que negar mi existencia física y moral. Es un impulso fuerte, una fuerza divina que siento en mi interior y me arrastra al cumplimiento de este desig– nio, que entraña mi santificación, y al que está vinculada la gloria que Dios espera de mí y mi felicidad temporal y eterna. La vocación está sellada con la cruz, como todas las que proceden de Dios; y por esto tal vez se presenta a mi alma de niña Hena de atractivos, mejor dicho, me produce tanta feli– cidad y entusiasmo, y más de una vez dicho impulso parece una armonía como si el agente divino que lo produce pusiera el dedo en la teda princi– pal del místico órgano y le arrancara notas inefables. Excuso decirle que todavía no he empezado a responder de veras a mi vocación; al contrario, me he portado como si no existiera tal vocación, como lo manifiesta mi vida relajada, tibia, mi habitual resistencia a la gracia y tantos y tantos pecados, y pecados gravísimos, como he cometido, de los que me arrepiento de corazón y le suplico, Padre mío, me absuelva. Postrada a sus pies besa su mano y le pide la bendición su pobre hija Sor Angeles. Hoy, 25.

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