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CARTA CLXIX, 24-25 JULIO 1920 61 bras, apreciables en cuanto fueron como medio o disposiciones para recibir lo que tan vivamente anhelo, pero una verdadera nada comparado con las realidades inefables que espera mi pobre alma y reclama con gemidos inefables. Cuando es el Espíritu Santo, siento la frialdad de mi vida, y necesidad de calentarme, participar el fuego divino; mejor dicho: de apoderarme del Espíritu Santo absolutamente, compartir su pureza, justicia y santidad, que percibo por modo inexplicable, y de arder con Él y como Él en perpetuas eternidades, y demando la gracia a mi Padre, en cuyo seno me espera. Re– percuten en mi alma las palabras de su carta última: "Yo te quiero que– mar, yo te quiero abrasar, liquidar en tan divinísimo y dulcísimo Amor", y otras que en la carta no aparecen, divinísimas todas, ardientes como el Amor increado que las pronuncia, y soberanamente inefables que obran lo que dicen; y mi corazón arde, y ardiendo penetra en el seno de Dios con la atre- · vida pretensión de apoderarse absolutamente del Amor increado, sustancial, infinito, eterno, con que se ama a Sí mismo, del Corazón de Dios. y traspa– sarlo al suyo, o trocarlo y ser toda fuego y fuego divino y amar a mi Dios como se merece y siento necesidad de amarle, esto es, infinitamente, divina– mente, con la fuerza y virtud infinitas de la eternidad y de la unidad miste– riosa de los amores infinitos. El divino Espíritu es la Persona divina que me ocupa, y especialmente desde anoche, y lo que se manifiesta y posee mi alma en V. R. No puedo explicar lo que siento; solamente le diré que la presencia de mi Padre se me impone como la encarnación del Espíritu Santo, me subyuga y atrae o arranca fuera de mí para elevarme, y vivo en continuo gemido aún el tiempo que me ocupo en ejercicios exteriores; y en el momento que me quedo libre se apodera de mí enteramente y me deja como aniquilada, sin más vida que el amor que arde en mi corazón y el gemido amoroso suplicante, ansia suma e inefable que surge del fondo de mi ser y va a perderse en el Dios de Amor por medio de V. R. 8.-Voy a terminar. Lo que referí al principio de mi vivo anhelo de re• producir los infinitos e inefables misterios que comprende la vida eterna de Dios Uno y Trino, la historia de la Encarnación o el misterio de la Unión Hipostática juntamente con el espíritu, enjesusamiento, etc., de la Santísima Virgen, entiendo que es mi vocación y como virtud, perfección y carácter peculiar de mi espiritualidad. Lo he entendido así siempre, incluso en los períodos de tibieza y relajación, en los cuales no he podido recordar los divi-

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