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CARTA CLXIV, 25.JUNIO 1920 31 y para l~s almas que dirigen, y que desean los deje en su poder, por lo me• nos algún tiempo. Me citó los Padres que los han examinado; pero no recuerdo los nom• hres, fuera del P. Seisdedos (5); y al oír citar a éste vi cumplido lo que me había significado Nuestro Señor Jesucristo hace mucho tiempo, quizá más de ·un año. Fué que oyendo hablar de dicho Padre en sentido desfavorable en ·una ocasión, o sea reprochar sus opiniones sobre la teología mística o la universalidad de la vocación a los estados pasivos o grados sobrenaturales (no recuerdo bien lo que fué), en una luz. donde me manifiesta Nuestro Se– ñor las cosas que quiere, y más y mejor en el mismo Jesucristo, que se ·hacía presente a mi alma, vi que la espiritualidad que predica y defiende el 'Sujeto de referencia es extremada, y que dista más de la verdadera que la del P. Seisdedos; que la verdadera espiritualidad y la mística más elevada consiste en la. vida de fe, en asimilarse las realidades divinas que encierra el Santo Evangelio, la vida de Nuestro Señor Jesucristo, sus palabras divinas, etc., que la Santa Madre Iglesia propone a la consideración de los fieles en la Santa Liturgia en las diversas festividades del año, asimilarse dichos misterios por la fe amorosa y la práctica de las virtudes que encierran; que ésta es la mística que enseñó el Espíritu Santo. al Colegio apostólico y participaron los primeros cristianos, cuya vida fué Jesucristo, y por esto contábanse los San– 'tos por los fieles hijos de la Iglesia; que en esta asimilación de los misterios de Jesús, de sus enseñanzas y virtudes, consistió la espiritualidad de Nuestro Padre San Francisco y, en general, de todos los Fundadores de las Ordenes Religiosas y de todos los Santos, cuya suprema aspiración fué reproducir la vi.da de Cristo con las inefables relaciones establecidas en su doble natura– leza. En una palabra, me enseñó en qué consiste la verdadera espiritualidad, .y vi iniciados en ésta a todos los Santos, mejor que supieron describirla los biógrafos que escribieron su historia. Posteriormente he conocido muchos secretos en este sentido y he visto a los Santos de todos los tiempos prece– ,didos de su Reina y guiados todos e informados en la caridad del Divino Es– píritu elevarse hacia la Unión Hipostática para compartir el admirable co– mercio de las dos naturalezas, y con Jesucristo y por Jesucristo perderse en ,el seno de la Trinidad. Pero vamos al fin de estas manifestaciones. Nuestro Señor me dijo que (5) El jesuíta Jerónimo Seisdedos y Sanz, fallecido en Carrión de los Condes el 28 de septiembre de 1923, había adquirido bien merecido renombre ·entre los escritores místicos del primer cuarto de siglo.
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