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288 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO masiado lo significó uno a las religiosas en cierta ocasión que les dijo que tenía el pulso tan irregular y me encontraba tan mal que al menor accidente que me sobreviniera, me quedaría como un pajarito. Añadió a esto otras co– sas, y no quise insistir más. Para tranquilizarla, le dije que, aunque es ver– dad que los enfermos sueñan con la salud, porque lo desean, yo no quiero ni vivir ni morir, sino solamente cumplir la voluntad de Dios, y que estaba preparada para responder a su llamamiento aquella misma noche, si había llegado la hora, pero que me extrañaba mucho ignorar la enfermedad, si era verdad que la tenía, y me gustaría saber, máxime si la fiebre que padez– co casi habitualmente es contagiosa, como me indicaba, pues los médicos me habían dicho k contrario. Propuse presentarme al médico en la primera oca– sión y ventilar el asunto. No tardó en presentarse la ocasión. A los dos o tres días tuvo que acostarse la M. Presentación atacada de la gripe. Después de ella enfermaron otras ocho, y últimamente Sor Nieves y Sor Lourdes, quien ha mejorado ya; mejor dicho, todas se han salvado y están casi bien, menos Sor Socorro, quien entregó su alma a Dios el cuarto día de cama. D. e. p. Con motivo de la invasión de la gripe-ha sido general en España, y continúa todavía, aunque más benigna que hace dos o tres años-vino el médico y me presenté a él. Después de manifestarle mis padecimientos, le pregunté qué enfermedad tengo, y me contestó que ninguna; que ciertamente es extraño que no esté tuberculosa en el estado de anemia o sumo grado de debilidad en que me encuentro, pero que no tengo ni ésta ni ninguna enfer– medad, ninguna lesión en el organismo ni en el estómago. La causa de no poder alimentarme ni medicinarme por la vía gástrica es le debilidad, pero que puedo fortalecerme y hasta ponerme bien aplicándome inyecciones. He mejorado, pero todavía estoy muy excitada. Tanto es así, que dice el médico que si me pusieran cordones y bombilla, ardería como la luz eléc– trica, Debido a esta excitación nerviosa paso las noches en vela sin poder re• posar; y de día muchas veces tengo que hacer cama. Ha dos días le dije al .médico que me deje descansar dos o tres semanas, pero no quiere. Dice que no me va a dejar hasta que esté en condiciones de comer carne; y lo asegura a pesar de la extrañeza de las religiosas. En la primera entrevista me dijo que otra de las causas de mi debilidad-además del abandono- era el exce• sivo trabajo intelectual o espiritual y moral, y que era necesario me modera– se en esto. Nada he hecho para obedecerle, pero creo que se cumple la volun– tad del médico, pues desde los primeros días de Pascua creo que no he vuel-

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