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CARTA CCXV, 22 ABRIL 1921 287 cure mayor gloria. Le hice esta súplica pqr la clara vis1on que se me conce– dió de dichos efectos, entre los cuales el principal fué un crecimiento e in– tensificación del conocimiento experimental que hasta entonces había tenido la Señora de la infinita excelencia del Verbo Encarnado y del amor, estima– ción, celo, etc., etc., que le profesaba; y todo esto lo vi personificado en la participación que le concedió Jesús del Espíritu Santo en unión del Padre. Desde este momento se me manifestó Jesús ansioso de comunicar a las almas el Espíritu Santo, el amor y estimación infinita que profesa a su Padre y que el Padre le profesa, y el celo que los abrasa mutuamente. Entendí que ésta fué la primera y más imperiosa necesidad que experimentó cuando resucitó de entre los muertos, y que por esto había comunicado su Espíritu al Cole– gio Apostólico en su primera visita al Cenáculo. Debido a estas manifestaciones, todo el día de Pascua lo pasé en continua súplica y comunicación con la tercera Persona de la Trinidad en Jesucristo. Dos veces, por lo menos, vi abrirse. de repente un horizonte divino y en su centro, en medio de resplandores imperceptibles por su infinita claridad, per– cibí la presencia del Espíritu Santo, y al mismo tiempo me sentí atraída con fuerza y entusiasmo tan misterioso que me persuadí estaría próxima mi muer– te. Por si acaso,. las dos o tres veces que me ocurrió esto,. busqué a la SantÍ• sima Virgen y repetí el acto de resignación y abandono que había hecho el día 24, y con María en Jesús, confiando en su poder, sabiduría, etc., que re– pararé en poco tiempo lo mucho que he perdido en 48 años por mi ingrata -correspondencia. 3.-El domiIJ.go de Pascua por la noche nre puse mala; mejor dicho, me sentía mal desde el Jueves Santo, pero tenía fuerza para asistir a los actos de comunidad hasta el domingo por la noche, que me puse peor y tuve que acostarme sin rezar los Maitines. Fuí poniéndome cada vez peor, un aplana– miento o agotamiento de energías y vida tan grande que parecía iba a mo– rir. El desgaste parecía irreparable, pues a la suma debilidad se añadía el no poder comer ni dormir. Así estuve el lunes y martes de Pascua, entre la vida y la muerte, preparándome para ir a la eternidad. Además sentía la ·presencia de la muerte en el convento, o sea cierto ruido misterioso durante la noche; y como todas parecía que estaban buenas, y servidora como en agonía, pensé que sería yo la víctima. Sor Visitación, al verme tan mala, pro– curó desilusionarme, como lo había hecho otras veces, diciendo que no vol– viera a decir que no tengo más enfermedad que la debiHdad, que la fiebre obedece a alguna lesión que los médicos no han querido decirme, pero de-

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