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286 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO jeza y terrenidad, o no sé si decir bruteza, torpeza y hendiodez, mi inca• pacidad, infidelidad y malicia, pero sin la menor perturbación, antes bien, con una paz y resignación celestiales, y una confianza absoluta en el poder, sabiduría y bondad de Dios y en los méritos de su Verbo Encarnado y de María y en los medio,: que disponen para remediar mis yerros y enriquecer– me y adaptarme para Sí, que es mi único anhelo. 2.-El Sábado Santo me constituí sepulcro viviente o animado de Jesús, que fué muerto y sepultado, para que en mí resucitase al siguiente día, pero con la condición de no salir fuera, sino que permanezca en mi alma. Casi todo el día lo pasé identificada con la Madre de Dios y la Santísima Humani– dad del Verbo elevada al Ser de Dios, a la altura de la vida divina, etc., etc., o sea que continuó la fiesta de la Encarnación, y procuré agradecer este be– neficio en nombre de Jesús y María y de la creación entera, y asimilarme el inefable misterio en la forma que se me concedió. La noche, como de cos· tumbre, la pasé casi en vigilia, haciendo la guardia a Jesús sepultado y pre• parándome para celebrar su resurrección a imitación de la Santísima Vir– gen y de las Marías, más en repartir los homenajes que le tributaron los san, tos del Limbo; y todo sin descuidar los coloquios con las divinas Personas. Al anochecer del 27-a las tres rezamos los Maitines-me vi identificada con mi Dios Humanado en una imagen viva, divinísima, de inconcebible be– lleza, candor, especie de llama ardiente. Entendí que representaba el alma de Cristo unido al cuerpo mortal, o sea la vida del Verbo Encarnado en su vida mortal, padeciendo y gozando simultáneamente; y que la identificación y participación de la vida de Jesús que me concedía en aquella imagen era especialmente su admirable comercio con la naturaleza divina, y, por consi– guiente, su vida gloriosa en carne pasible. Al mismo tiempo, fuera de mí, como en región extraña o fuera de mis dominios, percibí entre sombras la presencia de Jesús rei;,ucitado o glorioso. No recuerdo si alguien me ofreció la participación de su triunfo y gloria, pero como si realmente me la hubie– sen ofrecido, lo rechacé o ,pedí un plazo para aceptar la gloria que se me ofrecía, impulsada por la necesidad que sentí en el mismo momento de par· ticipar .la santísima Pasión de Jesús antes de participar su vida gloriosa. Un momento después, impulsada del deseo de glorificar a Jesús, le pedí a nues: tra Madre Purísima se dignase concederme algo de los efectos que le produjo la visita y abrazo de Jesús resucitado para que por ellos .comprendiera me– jor la infinita excelencia de mi Dios Humanado, su inefahfüdad e incom– prensible grandeza, santidad, mérito, etc., y le ame y estime más y le p:to'

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