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26 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO a todas las calamidades y lastimosa pérdida de tiempo y tesoros espirituales: que me he acarreado. Me veía comprendida en el número de las almas eAi:raviadas a quien se refiere la santa Escritura, que dice: Semper hi errant carde, ipsi vero non cognoverunt vias meas (2), y me resignaba en mi desgracia, venerando con. amor los juicios de Dios y sus divinas permisiones. Me consideraba des– pojada de los tesoros divinos y gracias de predilección que Nuestro Señor me había concedido por sola su misericordia en tiempos mejores, y que con ellos había, sin duda, favorecido la divina Bondad a otras almas fieles; y, con perfecta resignación repetía con el sacerdote Helí: Dominus est; quod bonum est in oculis suis faciat (3). Provocaba la divina Justicia para que. se impusiera a mi alma criminal y resarciera sus agravios; pero esperaba salir victoriosa de la lucha, que triunfaría del divino Vengador. "Despierta,, Señor; ¿por qué aparentas dormirte?-le decía-. Excita tu justa, pew saludable cólera; levántate, gloria mía, y ven, ven a imponerte a tu amante y resignada víctima, que te espera con ansia infinita. ¿ Quieres que perdure el castigo, que sea privada para siempre de las gracias de predilección? ¿ Conviene a tu gloria?" Me resignaba en caso afirmativo, pero añadía en seguida: "No lo puedo creer de tu bondad, porque te amo a pesar de mis crímenes. He aquí mi cabeza, dispuesta para recibir el golpe fatal y descen– der ál infierno para ser allí atormentada, si no puedes perdonarme y favo– recerme sin detrimento de tu gloria; pero no será así, porque tienes infini– tos medios de salvación y quieres utilizarlos a mi favor." 3.-Cualquiera pensaría que esta resignación impide el sufrimiento, pero no es así. Había recogido cuidadosamente las palabras que le oí a V. R. el 18, y como vi en algunas la confirmación formal de lo que había pensado sobre la inutilidad de mis trabajos, sacrificios y privaciones espirituales y tempo– rales de toda clase de una vida de cuarenta y siete años, en lugar de me– recer con mis sufrimientos había acumulado pecados y merecido el mal estado de mi alma en que me encontró V .R., y que me parecía a mí com– prende toda mi vida, es indecible la angustia que me producía esta convic– ción, hasta que, cansada de tanto pesar y obligada por la dolorosa agonía de la separación de la Fuente de vida y privación de sus corrientes divinas, me adhería a mi Dios Uno y Trino, en quien hallaba reposo y vida. En el (2) Salmo XCIV, 10. (3) / Reg. III, 18.

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