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266 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO poco recogimiento o actuación en Dios a pesar de procurarlo. A las tres de la tarde me fijé con más intensidad en Dios, deseando resarcirme de la disipación que padecía desde el 19, y lo conseguí mejor que esperaba, por la infinita misericordia de mi Dios, que se dignó revelarse en el fondo del alma como abismo de luz inmenso, océano de gloria y rostro divino con su mirada fija en mí a la vez que reino y patrimonio, todo lo cual y mucho más vi en el divino Ser y confirmó lo que tengo entendido: que está más unido a mí que la propia vida, que me ha favorecido mucho y que me hará penetrar cada vez más en su divino Ser e identificará más y más con su vida y operaciones divinas, mostrándome sus riquezas antiguas como nue– vas siempre o con resplandores siempre crecientes como misterios nuevos, que ore en buena hora las preciosas y divinas cartas que me escribió mi Padre en la cuarentena última, pero sin atarme a lo que entonces entendí y recibí, pues, aunque confirmará las luces y gracias que me concedió en– tonces, no se limitará su bondad a la forma y medida que le plugo comu– nicárseme anteriormente, sino que lo hará con más plenitud, si le soy fiel. Como estaba embebida en Dios, no sentía ninguna indisposición cor– poral, sino que me parecía que habrían desaparecido mis achaques, y per– suadida de esto me fuí a Maitines y recé como la que mejor canta. Mas después que me acosté, empecé a sentirme mal, cada vez peor, y pasé la noche en vela, pero sin poder actuarme en Dios. Me levanté ayer por la mañana, pero, sintiéndome cada vez peor, tuve que acostarme al mediodía, y por la tarde no tuve ánimo ni siquiera para incorporarme en la cama para rezar el Oficio Divino; lo recé por Padrenuestros. Toda la tarde es– tuve ocupada con las religiosas de asuntos de comunidad, pero aunque hu– biese estado libre, creo que no hubiera podido hacer cosa de provecho, aun– que lo procuré. Al anochecer empecé a aliviarme y al mismo tiempo con– seguí el recogimiento interior. Lo que prueba que la causa principal de los impedimentos para la oración que experimento es la indisposición corporal. Pero sea de esto lo que fuere, tengo que confesar que es verdad lo que entendí respecto de mi falta de correspondencia, que no sólo no hay en mí correspondencia a la gracia, sino negra ingratitud, incalificable abandono y desprecio de los dones de Dios, y que soy la religiosa más relajada del convento, la más holgazana, inútil y comodona, pues no hago más que cui– dar el jumento, y, a pesar de los cuidados que le prodigo, siempre está lo mismo, y es una pesada cruz para el espíritu, porque le impide la verdadera vida.
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