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CARTA CCXI, 19 ENERO 1921 265 5.-22 de enero. Escrito lo que antecede tuve que suspender la carta por falta de tiempo. Antes de reanudar me entró una disipación o no sé qué que terminó en una aversión contra la dirección o tentación de abandonarla para vivir sola con Dios. A ratos desaparecía esta tentación, y ordinariamente todas las veces que me dirigía a Jesús Sacramentado y a Dios Uno y Trino en el fonde del alma, presentándose su Majestad o revelándose cada vez más claro y como una especie de cielo o reino de gloria llena de atractivos en quien mi alma parecía abismarse. Mas después de gozarlo un rato volvía a disiparlo, y en seguida la tentación contra la dirección, y hasta quise varias veces inutilizar esta carta, pareciéndome que sería esto agradable a Dios, pues le ofendo en manifestar a V. R. mis interioridades, máxime siendo lo que soy, pues no hay en mí correspondencia a la gracia, ni la hubo nunca, sino que soy la religiosa más relajada y disipada del convento, y los dones de Dios y la felicidad que me reporta su divina presencia, etc., etc., o sea todo lo que le he comunicado a V. R. y puedo comunicarle, ni es mío ni constituye mi mérito, y no hay para qué decirlo. No quise, pues, continuar la presente hasta ver en lo que paraba. Y el paradero fué el de siempre, esto es, encontrarme en Dios como cosa que le pertenece y es suya, y cada vez más unida, y me convencí de lo que me he figurado muchas veces, o sea que el diablo se sirve de los padecimientos físicos y de la incapacidad que reportan éstos al alma para tentarme y en– tretenerme con bagatelas, pues en el momento que se alivia el cuerpo, mi -espíritu se reconcentra en Dios su centro y en El vive y se goza. Cierto que el sentimiento de la presencia de Dios en el fondo del alma no me falta nun– ca y que me siento a El unida y le amo y me gozo en su existencia, bondad y demás atributos aun en el tiempo mismo que mi imaginación, memoria, o lo que sea, me lleva corno fuera de Dios, o llama mi atención. No sólo esto, sino que goza de una paz profunda, incluso en la parte inferior, o sea que mis pasiones están en un equilibrio y tranquilidad completa ordenadas a Dios y como espiritualizadas, divinizadas, o no sé qué, con cierta incapa- cidad para el mal. · A esto, sin duda, obedece que la única tentación con que me acomete el demonio es la aversión a la dirección, a comunicar mis interioridades, et– cétera, y esto con capa de bien. Cuando estoy elevada a Dios o en comunica– ción con El me siento muy alejada del demonio, cuyo alejamiento viene a ser mi estado habitual; lo otro, pasajero. 6.-El jueves todo el día estuve mal físicamente, y en el espíritu con

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